Los Jardines antiguos. Capítulo II de la Historia de la Jardinería.
Es importante destacar del jardín antiguo una idea recurrente en todas estas civilizaciones: la mitología originaria de cada una de ellas; y la mitología de la fertilidad, que se proyecta en sus jardines. Un ser superior, aunque distinto para cada civilización, repara el cielo de la tierra. El hombre se crea a partir del limo, cuanto más puro es este limo más noble. La tierra, como la dadora de vida, es la máxima expresión del regalo que hacen los dioses al hombre. El hombre le da alimento, agua, abrigo y protección.
La antigüedad
Los jardines más antiguos que sabemos son los de Nineveh y Babilonia. Estos últimos estaban situados a lo largo de las orillas del Éufrates. En su conjunto, estas imponentes construcciones de arquitectura de un jardín debieron de ofrecer, sin duda, un espectáculo impresionante. Gracias al ingenio de la instalación; la abundancia de los elementos arbóreos y decorativos; y la singularidad de su aspecto.
Fue una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Pero, siempre se ha especulado y dudado si realmente existieron o si se trata de una alegoría a otro tipo de construcción del que sí se tiene constancia en la región, como pueden ser los zigurats.
El hecho es que las primeras referencias escritas que tenemos hablan de su innegable existencia. Pero bien es cierto que proceden de autores muy posteriores a la destrucción y abandono del lugar. Lugar al que se refieren en sus textos como los Jardines Colgantes.
Diferentes teorías
De hecho, se han podido identificar algunas estructuras que guardan características parecidas a las descritas en las fuentes escritas. Pero nunca donde señalaban. Es el caso de una nueva teoría, de un historiador de la Universidad de Oxford, que ha recabado evidencias que prueban que Los Jardines Colgantes de Babilonia se encontraban a 480 km de la ciudad.
Los Jardines Colgantes de Babilonia no “colgaban” en el sentido estricto de la palabra. Es decir, no se encontraban suspendidos por cables o cuerdas. El nombre proviene de una traducción incorrecta de la palabra griega kremastos o del término latino pensilis, que significan “sobresalir”, como en el caso de una terraza o un balcón. El geógrafo griego Estrabón, quien describió los jardines en el siglo I A.C., escribió:
“Éste consta de terrazas abovedadas alzadas unas sobre otras, que descansan sobre pilares cúbicos. Éstas son ahuecadas y rellenas con tierra para permitir la plantación de árboles de gran tamaño. Los pilares, las bóvedas, y las terrazas están construidas con ladrillo cocido y asfalto. Geografía, Libro XVI cap. 1-5.
Los historiadores griegos atribuyen su construcción al rey Nabucodonosor II (630-562 A.C.), el rey de los caldeos. Cuentan que fue un regalo a su esposa Amytis, hija del rey de los medos, para probar su amor por ella y recordarle las hermosas montañas de su florida tierra, tan diferentes a las grandes llanuras de Babilonia. Sin embargo, existen historias anteriores que sitúan su construcción en el siglo IX A.C.
El jardín egipcio
De los jardines del antiguo Egipto disponemos de pocos datos. Pero, se sabe que alcanzaron un notable grado de desarrollo, ya que se vieron favorecidos por una técnica agrícola e hidráulica bastante avanzada y por su alto nivel artístico.
Las grandes mansiones egipcias se componían de pabellones distribuidos por una vasta zonas ajardinada, delimitada por muros altos y divididos interiormente en varias partes mediante tapias más bajas. Además de plantaciones y arbolado, las obras de jardinería incluían enrejados y láminas de agua. El terreno se dividía en formas rectangulares y comprendían pabellones y quioscos, libremente abiertos al igual que la propia vivienda, ya que el verdadero cerramiento de la mansión lo constituirá el muro que rodeaba todo el jardín.
Sufrió una notable evolución: se importaron nuevas especies como el almendro, el melocotonero, el cerezo, el álamo, el roble o el plátano, que contribuyeron a hacer más variadas las arboledas. Además, los jardineros aclimataron mirto, rosas, jazmín, hiedra y lotos.
El jardín griego
De la antigua Grecia tampoco hay grandes datos. Pero, es casi seguro que los jardines no adquirieron la importancia de una arte verdadero y completo. Los jardines públicos y privados de los griegos mostraron una marcada inclinación por el género natural en el empleo de los elementos arbóreos. Dieron preferencia al cultivo de flores, en particular rosas. El clima exigía un cultivo de árboles de sombra junto con árboles ornamentales, frutales y vid.
Tras 150 años de guerras entre Grecia y Persia, llega la derrota del imperio Persa a manos de los ejércitos del rey Macedonio Alejandro Magno, en el año 331 a.c., desplazándose el dominio y el conocimiento de la cultura y las artes del gran imperio Persa hasta Grecia. En Grecia coinciden los historiadores en destacar que el desarrollo de los jardines fue tardío.
El pueblo Griego era politeísta, contemplaba el jardín en la misma naturaleza. En los bosques y los montes se encontraban las estatuas pétreas de sus dioses. En los bosques encontraba el griego el placer del descanso.
Plinio nos cuenta, en sus escritos de Historia Natural, que el primer jardín privado de la ciudad lo crea Epicuro: “fue Epicuro maestro del ocio, el primero que en Atenas instituyó el uso de los jardines de recreo, hasta él, no entraba en las costumbres vivir el campo dentro de la ciudad”.
Los griegos, en cierto sentido, eran como los orientales (China, Corea, Japón) en un inicio: no existía el concepto del jardín porque, además, el jardín no existía como tal. Era la propia naturaleza el lugar sagrado y de esparcimiento, en escenarios naturales.
Al jardín romano, que se integra en esta misma categoría de jardines antiguos, le dedicaremos un capítulo en exclusiva.